
02/10/2020
La COVID-19 es un ejemplo de lo dañino que puede ser para la humanidad la destrucción e invasión de ecosistemas y la pérdida de hábitats naturales, lo cual conlleva, inevitablemente, a la aparición de enfermedades infecciosas peligrosas. Este ha sido uno de los puntos más importantes de la Cumbre de la Biodiversidad de las Naciones Unidas del pasado 30 de septiembre.
La importancia de esta cumbre reside en la necesidad de mantener una biodiversidad que equilibre los ecosistemas de todo el mundo y la especie humana pueda depender de ella para sobrevivir. Esta variedad de especies forma un sistema dinámico en constante evolución que de no cuidarse podría acabar con la inmensa mayoría de vida en la tierra. La situación en la actualidad es tan crítica que las tasas de extinción de especies son cientos de veces más altas que los promedios históricos.
El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, señalaba la COVID-19 como una respuesta del planeta ante nuestro estilo de vida irresponsable con el medio ambiente: «no es solo una llamada de advertencia: es un ensayo general para el mundo de desafíos que está por venir. (…) La pandemia nos ha enseñado que nuestras elecciones importan. De cara al futuro, asegurémonos de elegir sabiamente».
Haciendo uso de los datos, el Secretario recordó que el 60% de las enfermedades conocidas y el 75% de las nuevas enfermedades descubiertas son de origen animal, cifras que conectan la naturaleza y la salud de las personas más de lo que pueda parecer.
En su participación, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dejó claro que la pasividad de los gobiernos no se debe a una falta de pruebas, ya que en la última década se han suministrado cifras e imágenes de sobra, e incluso, se han sufrido las consecuencias de una pandemia este mismo año. «Queremos reglas globales claras, que se puedan medir , y que nos permitan hacernos responsables mutuamente. Y sobre todo, reglas que protejan las especias y fortalezcan nuestra resiliencia y nuestro bienestar», concluyó.
Por otro lado, la Vicesecretaria General de la ONU, Amina J. Mohammed, destacaba en su discurso el incumplimiento de las metas internacionales de biodiversidad establecidas en 2010, lo cual ha desencadenado en incendios forestales e inundaciones de récord, junto con el daño personal y material que esto conlleva.
Señaló la ironía que supone que las soluciones basadas en la naturaleza y la protección del medio ambiente representen, a su vez, las medidas más eficaces contra el calentamiento global. Por ello, hizo un llamamiento a mantener un espacio primordial para estos protocolos en la agenda de todos los países para una resiliencia y estabilidad a la largo plazo.
También valoró la labor de los científicos de todo el mundo en su búsqueda de soluciones contra estos problemas. Sin embargo, dejó ver que, a pesar de comprender la magnitud de la emergencia planetaria y de disponer de las herramientas para abordar muchos desafíos, la humanidad continúa con una producción y consumismo que no es sostenible.
La Vicesecretaria repitió las palabras del Secretario General: «la humanidad esta en guerra con la naturaleza», aunque lo hizo destacando las acciones y los compromisos que se están haciendo alrededor del mundo para cambiar la curva de la pérdida de biodiversidad y de avanzar hacia un mundo positivo para la naturaleza.
La cumbre terminó con un llamamiento a la conciliación con el planeta y quienes lo habitamos: «reestablezcamos nuestra relación con la naturaleza y pongamos nuestro hogar y a nosotros mismos en el camino hacia el futuro que queremos».
Fuente: Naciones Unidas
Fuente Imagen: LuqueStock