
El término de energía distribuida hace referencia a la combinación del uso de la red eléctrica con algún sistema de autosustentación energética renovable, como puede ser un panel fotovoltaico o un molino de viento. Puede hacerse tanto en una residencia particular como en una industria, pero en ambos casos los usuarios dejan de ser consumidores y se convierten en prosumidores, es decir, gastan y generan energía al mismo tiempo. En los momentos de excedencia energética, los paneles o molinos de auto consumo, devuelven parte de lo que generan a la red creando un sistema colaborativo.
En España, esta fórmula lleva más de una década intentando ser implantada sin demasiado éxito, pero no fue hasta 2019 cuando se plantearon ideas más prometedoras como la del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, que anunciaba la necesidad de reflexionar sobre este nuevo concepto en el escenario de una transición energética justa, que tiene en cuenta el empoderamiento del usuario, especialmente a nivel local.
Las iniciativas de este tipo ya tienen sendos proyectos marcados y existen entidades dedicadas a ayudar y asesoras a todos aquellos grupos de vecinos, empresarios, etc… que quieran formar una comunidad energética como Comunidadesenergéticas.org. Este grupo considera estas alianzas como la solución más efectiva a las consecuencias del cambio climático y mencionan en su portal algunos de sus casos de éxito en Álava o Navarra.
Por otro lado, la Entidad de Gestión y Modernización Parc Tecnològíc Paterna organiza hoy 6 de julio una jornada informativa online para dar a conocer las ventajas y fomentar la puesta en marcha de una Comunidad Energética Local, CEL, en esta zona empresarial. Con esta actuación la Entidad también quiere hacer hincapié en la necesidad de que los ciudadanos, las instituciones locales se impliquen directamente en la transición energética.
Este sistema también está penetrando con fuerza en América Latina, especialmente en Argentina, donde se triplicaron los usuarios-generadores de 2020 respecto a 2019. Esto se debe en parte al reglamento del “Régimen fomento a la generación distribuida de energía renovable integrada a la red eléctrica pública” que se implementó en 2018.
En el caso argentino, pueden observarse los pormenores de este sistema, ya que la labor del instalador de paneles o aerogeneradores es compleja y tiene un coste elevado. Además, a la hora de vender la energía sobrante a la red, la distribuidora paga menos de lo que cobra por el kWh.
Sin embargo, la generación limpia no deja de ser clave en países como Argentina dónde la generación de emisiones de gases de efecto invernadero provienen en un 53% de la generación de energía. Por lo que necesita implementar nuevas fórmulas si pretende alcanzar el Acuerdo de París y alcanzar emisiones netas antes de 2050.
Las grandes corporaciones también se están sumando a estas iniciativas colaborativas: hace unos días IKEA y la Fundación Rockfeller anunciaban la creación de un fondo de mil millones de dólares para cataliar inversiones en energía renovable distribuida. El CEO de la Fundación IKEA declaró: “nuestra ambición colectiva es crear una plataforma que respalde los programas de energía renovable que puedan generar reducciones de gases invernadero de manera rápida y eficiente y acelerar la transición energética”. Cabe destacar que a principios de este año, Ingka group, la empresa matriz de IKEA, asignó 4.000 millones de euros adicionales para invertir en proyectos solaers y eólicos a nivel mundial.
Las nuevas tecnologías ofrecen nuevas oportunidades, no solo para las grandes multinacionales o empresas energéticas sino también para pequeños nuevos usuarios que, si tienen el suficiente interés pueden implementar soluciones medioambientales directamente en su barrio, edificio o localidad.